Cuando él me besó, me sorprendió. Era un extraño y, a la vez, tan familiar. No fue hasta que me desperté con mi cuadro salpicado en la portada de los tabloides que me di cuenta de que sabía quién era.
Príncipe Alexander de Cambridge.
Chico malo real.
El exiliado heredero al trono.
Él no es el príncipe azul. Él está controlando. Él está exigiendo. Es peligroso. Y no puedo decirle que no.
Los dos tenemos secretos, secretos que nos puede desgarrar o conducir a acercarnos y, mientras los paparazzi expone cada uno de ellos, tengo que decidir hasta qué punto estoy dispuesta a ir a por el rey y el país.
Para los lectores de 18 años en adelante, debido a situaciones eróticas.
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