Ella es mía.
Ese fue el primer pensamiento que me vino a mi mente cuando tuve a mi bebé en mis brazos a los diecisiete años. No me importaba que mis padres ya hayan prometido darla a una familia rica. Que me estaban obligando a regalarla.
Ella era mía.
Me escapé de ese hospital, de esa familia, de la única vida que conocía. Planeaba volver a empezar con el poco dinero que tenía, decidida a hacer algo con mi vida a pesar de las probabilidades.
Entonces, Logan Tate llegó.
Magnífico y controlado, según él, él estaba tratando de ayudar, y no le importaba que yo sólo fuera otra historia de los embarazos en adolescentes.
Pero yo no confío en él. Yo no confío en nadie. Y si Logan conocía los verdaderos secretos y las mentiras que yo guardaba dentro, él no se atrevería a protegerme.
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